“Me dijo que su secreto para no ser reconocido era usar una gorra de tela y tener un periódico griego bajo el brazo. De esa manera, si alguien alguna vez se preguntaba si era él, miraba más de cerca y pensaba: ‘Bueno, no puede ser… obviamente es griego’. Lo mismo ocurría con las entrevistas. Cogíamos el tren la mayor parte del tiempo, no en primera clase ni nada, y te sorprendía la cantidad de gente que dudaba y luego pensaba: ‘No puede ser él, es solo un tipo sentado con nosotros que va a Mánchester'”.
Acto seguido, Edwards recordó: “Una vez, después de una entrevista de radio, no tenía nada mejor que hacer así que decidió presentar los informes de tráfico de la estación. Se sentó allí diciéndole a la gente que había retrasos en la M25… hasta el día de hoy no creo que nadie supiera que era David Bowie. Era un genio creativo extraordinario, pero también un caballero puro, encantador y agradable”.