“¿Qué puedo decir? Es una canción perfecta. Se pone mejor cada vez que la canto. Recuerdo escribirla en el apartamento de mis padres en Londres, y que Bernie me de las letras, sentarme en el piano, mirarlas y decir ‘Dios mío, qué buena letra, no puedo arruinar esto’. Salió en 20 minutos y cuando terminé lo llamé a él y ambos sabíamos. Yo tenía 22 años, él tenía 19, y nos dio tanta confianza. Musicalmente fue un paso adelante. Cuanto más viejo me pongo y canto estas letras, más resuenan conmigo”.