Tal vez haya sido justamente el “toque Bacharach” lo que transformó a esas canciones en imperecederas. Podría decirse que su autor las llevó a una altura muy parecida a la que tienen hoy algunos de los grandes standards del jazz. No es casual que jazzistas inmensos como el pianista McCoy Tyner y el saxofonista Stan Getz hayan elegido en algún momento grabar bellos álbumes conceptuales alrededor de la música creada por Bacharach, que llegó a su cumbre en compañía de su magnífico socio artístico, el letrista Hal David.
Apenas conocida la muerte de Bacharach, en algún temprano obituario se identificó a esta dupla como los “Rodgers & Hart” de los años 60″. La definición hace absoluta justicia con el colosal trabajo compositivo que Bacharach y David desarrollaron. De esa inspirada confluencia entre música y letra surgieron algunas de las composiciones más bellas surgidas del pop estadounidense durante la segunda mitad del siglo XX: “Walk on By”, “Raindrops Keep Fallin´on My Head” (Gotas de lluvia sobre mi cabeza), “What the World Needs Now is Love”, “What’s New, Pussycat”, “(They Long to Be) Close to You”, “Alfie”, “This Guy’s In love With You”, “Do You Know the Way of San Jose”, “I Say a Little Player” (Rezo una pequeña plegaria), “A House is not a Home”, “I’ll Never Fall in Love Again”
Hasta los Beatles, honrando una tradición musical en apariencia lejana, pero que bien vista resulta muy próxima al estilo de algunas de sus baladas, incluyeron en la primera etapa de su repertorio (allá por principios de la década de 1960) un clásico de Bacharach como “Baby, It’s You”. Tiempo después, en una de las incontables muestras de admiración que los otros músicos le tributaban, Paul McCartney dijo de Bacharach que sus canciones “siempre fueron más musicales y más técnicas que todo el material que escribí”.
¿Qué tenían de distinto y de original las canciones de Bacharach?
Siempre fueron fáciles de recordar, de escuchar, de tararear y de disfrutar. Todos los temas citados formaron parte en algún momento de la banda de sonido que acompañó el crecimiento de la generación nacida en los años 60 o 70, sobre todo en la vivencia y el recuerdo de momentos felices o nostálgicos llenos de romanticismo.
Pero además de quedar pegadas de inmediato en la memoria y en el corazón, las canciones de Bacharach marcaban unas cuantas diferencias visibles frente al resto. Detrás de su llegada fácil y espontánea al oído había en ellas otras muestras de sensibilidad. Eran canciones pop distintas, nuevas, siempre originales. Tenían arreglos más complejos, mayor elegancia, sofisticación. Las armonías creadas de la inagotable imaginación compositiva de Bacharach llamaban la atención por sus novedosos giros, pausas, silencios o derivaciones inesperadas.