Su infancia transcurrió en el pintoresco barrio del Trastevere, vivió en su ático de Ara Coeli, en la céntrica y bulliciosa Plaza Venecia, y en los últimos años se mudó al más apacible barrio del EUR.
En su ciudad descubrió su amor por las partituras gracias a su padre, que también era músico. Así empezó una carrera que la que fueron frecuentes las crisis de creatividad surgidas por las prisas de la industria del cine, como él mismo reconocía.
Pero nunca perdió esa pasión, ni siquiera en los peores momentos. Jamás dejó de amar la composición y las orquestas.
"Cuando era muy joven dije a mi mujer: 'cuando tenga 40 años acabo con el cine' pero seguí. Después de los 40 dije 'cuando tenga 50 años lo dejo' pero no fue así. Obviamente continué con 60, 70, 80 años... Siempre he ido diciendo que dejaría de escribir para el cine con 90 años. Y ni siquiera ahora se qué haré", afirmaba en su libro.